jueves, 23 de febrero de 2012

Divina comedia/ El principio del placer/ Naranja mecánica


Esta clase no sé si iba disperso pero creo que más bien las primeras dos lecturas no consiguieron atrapar mi interés. La primera, el dilema de cielo e infierno creo que lo superamos hace mucho y la segunda, la vida ordinaria de un adolescente mexicano tampoco me intrigó mucho. Sin embargo la tercera sí se apoderó de mi atención. Yo ya había visto la película y creo que refleja bastante bien la atmósfera del libro pero la narrativa tan cínica, desvergonzada, me sedujo. Además, es muy raro, pero con todo y que usa continuamente palabras de una jerga de otro idioma, contextualmente se logra entender gran parte  de lo que habla, sentí como si me estuvieran leyendo en otro idioma y lo entendiera.
Por el lenguaje que utiliza el poema de La Divina Comedia no me fue fácil recrear mentalmente las escenas que describe, además para leer ese tipo de textos se necesita estar preparado y pronunciar con la entonación correcta así que a falta de esto mi mente se puso a divagar un poco por otros rumbos.
Me puse a pensar en el miedo que buscaba (o busca) infundir la religión católica argumentado que existía (o existe) físicamente un cielo y un infierno a donde se llega después de haber muerto y me parece infinitamente inverosímil que alguien se tome ese razonamiento como algo más que una historia o un cuento. Siento que vivimos en la prehistoria al pensar en los millones de personas que todavía creen que existen esos dos lugares.
Lo mejor de esta lectura fueron los grabados de Gustave Doré que llevó Carlos, creo que están mejor que la historia.
De El principio del placer lo único que me venía a la mente era el pequeño Martín confesándonos cuáles niñas le gustaban.



jueves, 16 de febrero de 2012

Fragmentos de un discurso amoroso


De Roland Barthes
Es increíble leer de forma tan clara y concisa lo que uno vive a través de sensaciones e impulsos casi inconscientes cuando se está enamorado. Barthes describe el amor con una perspectiva apenas suficientemente separada de la pasión para no ser “arrastrado por su propia fuerza”. No en un intento de análisis científico sino en una afirmación lingüística.
Me pasó cuando estuve enamorado que lo que sentía parecía no tener nombre ni haber sucedido antes, era algo único, original, irrepetible y sin precedentes, el amor que yo experimentaba no lo había vivido nadie nunca de manera tan intensa y sincera. Ahora que eso ha pasado y estoy de regreso en la realidad, me doy cuenta, un poco por la lectura, que lo que yo experimentaba a través de sentimientos, sensaciones y pensamientos se puede explicar con palabras; que simplemente estaba exaltado por un coctel de endorfinas y otras sustancias químicas. Pero mientras duró, fue muy bueno y fue mágico. Hay veces que siento el impulso de buscar vivir eso una vez más.
Creo que Barthes también pone en evidencia el narcisismo de los enamorados con la frase “es mi deseo lo que deseo”. La necesidad de autosatisfacción que explica las ganas de volver a vivir el enamoramiento, de encontrarse en ese estado en el que casi arbitrariamente seleccionamos a otra persona y al rededor de ella construimos un objeto idealizado de devoción para sentirnos amados y acompañados y alimentar la creencia de que la felicidad puede venir desde afuera, desde alguien más, toda en un solo paquete.